12 MAYO 2025
En su saludo a la multitud
que celebraba el anuncio en la Plaza de San Pedro el pasado jueves 8 de mayo, el
nuevo papa León XIV pronunció las siguientes palabras:
¡La paz esté con ustedes!
Queridos hermanos y
hermanas:
Este es el primer saludo
del Cristo Resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo
también quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, alcanzara a
sus familias, a todas las personas, dondequiera que se encuentren, a todos los
pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!
Esta es la paz de Cristo
Resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de
Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en
nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía
a Roma.
El Papa que bendecía a
Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana de Pascua.
Permítanme continuar con esa misma bendición: Dios nos quiere, Dios los ama a
todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en manos de Dios. Por lo tanto,
sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos
discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La
humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor.
Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el
diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en
paz. ¡Gracias al papa Francisco!
Quiero dar las gracias
también a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser sucesor de
Pedro y caminar junto a ustedes, como Iglesia unida, buscando siempre la paz,
la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo,
sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.
Soy hijo de san Agustín,
agustiniano, que dijo: «Con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo».
En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha
preparado.
¡Un saludo especial a la
Iglesia de Roma!
Debemos buscar juntos cómo
ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, el diálogo,
siempre abierta a acoger como esta plaza con los brazos abiertos. A todos, a
todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor.
Y si me permiten también,
una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida
diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su
obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia
fiel de Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos
y hermanas de Roma, de Italia, de todo el mundo, queremos ser una Iglesia
sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que
busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercana especialmente a los que
sufren.
Hoy es el día de la
Súplica a la Virgen de Pompeya. Nuestra Madre María siempre quiere caminar con
nosotros, estar cercana, ayudarnos con su intercesión y su amor.
Por eso, quisiera rezar
con ustedes. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la
paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.
Ave María...»