Nuestros maestros



No nos olvidamos de aquellos Hermanos y Profesores que fueron nuestros maestros en los años colegiales. Es difícil traer a la memoria a todos ellos pero intentaremos hacer una recopilación de los ya fallecidos y cuyas semblanzas se encuentran en las publicaciones del colegio. Posteriormente intentaremos hacer justicia a todos ellos con la publicación de un documento que traiga a nuestra mente su persona.


Hno. Alfredo Cortabitarte López (24 enero 1927 a 1 noviembre 2011)





 Homilía en el funeral 


Bujedo: 03-11-11
(Lecturas: I Pedro 1, 3-9
   Jn 20, 19-31)



          Estimados celebrantes, Maruja, Nieves, Emilio, Luis y Pedro hermanos del H. Alfredo, familiares, Hermanos y amigos todos:  

          El camino de la vida que va transcurriendo de manera inexorable, nos ha indicado que, en el caso de Hno. Alfredo, ya se había hecho un esfuerzo considerable y era momento del descanso. Un camino de casi 85 años (los cumplías el próximo enero), recorrido con un entusiasmo desbordante, y con más tranquilidad y sosiego acompañado del sufrimiento, en los últimos años, cansado de todo ajetreo, como si ya se hubiera hecho lo suficiente y fuera necesario un poco de reposo y tranquilidad.

          Alfredo, nuestro hermano, se resistía a darle una palabra de ánimo a la muerte. Pero su salud, a partir de la operación de su rodilla (bien lo sabes Maruja), fue debilitándose poco a poco, y su fuerza vital y energía no pudieron ya con el último trabajo exigente que el fin de la vida presentaba. Pero sí estamos seguros de que fue cumpliendo el camino que Dios le señaló como cristiano, allá por 1927 y que refrendó más tarde como Hermano de La Salle.

          Hemos querido que la Palabra de Dios elegida para esta Eucaristía acompañe este paso de nuestro Hermano a la casa del Padre. Es una palabra hermosa que habla de resurrección, de ese esfuerzo por acoger su Palabra, por darle cabida en nuestra vida y alabarle por sus obras en cada uno de sus hijos. Y ¡cómo no!, de confiar en la resurrección de nuestro Hermano, pues Jesús ha ido por delante abriendo camino. Un Jesús que nos saluda con la paz y nos ofrece su paz como regalo precioso de Pascua.

          Por eso, la Palabra viene en nuestra ayuda para acercarnos a la vida de aquellos que nos han precedido en un compromiso de entrega radical, generosa, desinteresada  a Dios.

          No es fácil, dejar casa, tierra, amigos, familiares, conocidos y afrontar la aventura de situarse en otro país, cultura, gente y labrar, desde ahí, la tierra donde plantar la semilla del Reino. Nuestro Hermano Alfredo, fiado del Dios que salva y devuelve la vida, ofreció los mejores años, de su vida en ese servicio en Perú y Bolivia. Por eso, podemos hoy nosotros decir con él, según nos sugiere el Apóstol Pedro: “… Bendito sea Dios… que nos ha hecho nacer de nuevo… para una herencia incorruptible, imperecedera…” (I Pe 1, 5). Dios es el que está garantizando nuestro éxito, no por nuestros méritos, sino por su fuerza. Por eso, en medio de la enfermedad, los achaques, la disminución de energía que va minando nuestra actividad, recibimos y acogemos las palabras del Apóstol Pedro.:“Alegraos de vuestro destino aunque tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas…” (I Pe 1, 6-7).

          En el calor del hogar de los Cortabitarte López, Alfredo va creciendo en medio de una familia numerosa que llena de alegría la casa paterna. Esos primeros años de Alfredo y sus hermanos discurren en Heras, un bello pueblo a pocos kilómetros de Santander y cerca de la Virgen de Latas. Y será en su juventud, cuando compartía los estudios con el trabajo, y era acompañado por el sacerdote Herrera Oria posteriormente obispo y cardenal, cuando se plantea su vocación. Será Herrera Oria quien le ayude a clarificar sus dudas de ser sacerdote o religioso y le anime a incorporarse al Instituto de los Hermanos de la Escuelas Cristianas.

Comienza el noviciado en Bujedo en 1945, y realizará sus primeros votos el 15 de noviembre de 1947. Inicia su escolasticado en Bujedo pero pronto cruzará el océano para terminarlo en la ciudad de Arequipa (Perú) en 1950. Y a partir de 1951 le vemos en su querida Bolivia desarrollando el apostolado. Estará en las ciudades de La Paz y Cochabamba como profesor, en 1963 vuelve a la ciudad de Arequipa como director del colegio hasta 1965 que hará en Roma el segundo noviciado. Será director del postulantado en la ciudad de Cuzco. Vuelve a Bolivia para ser director en la ciudad de Oruro, luego profesor en Santa Cruz de la Sierra hasta 1973 que viene a Madrid para terminar su licenciatura en Filosofía. De vuelta a Bolivia será director en bastantes ciudades en los siguientes años: La Paz, en dos periodos, Tarija y Cochabamba. En 1987 vuelve al Distrito de Valladolid y se incorpora al Colegio La Salle de su querida ciudad de Santander donde será profesor en el colegio y en el Barrio Pesquero. 

Ayer, Alfredo, les pregunté por ti a algunos Hermanos que vivieron contigo en la comunidad de Santander y mira lo que me dijeron: 

“Para quienes vivimos con él sería imposible no recordar la capacidad que tenía de crear un ambiente alegre y jovial. Le encantaba poder salir a pasear con los Hermanos, tomar el coche y perderse con la comunidad en momentos de descanso y de ocio compartido. Y en esos momentos, lo mismo que en el comedor, en el patio, en la sala de comunidad, desplegaba su capacidad de simpatía y sembraba el buen humor. Le encantaba rememorar anécdotas de lo vivido en América, de su infancia, y a quienes vivíamos con él nos encantaba escucharlas. Cuando vino de América la segunda vez, ya mayor, no quiso estar de más, sino que estuvo siempre al servicio de lo que fuera necesario, brindándose con entusiasmo para realizar sustituciones y todo lo que hiciera falta. Y como tenía un humor tan vivo y una capacidad de ironía tan desarrollada, los alumnos disfrutaban con su compañía, aunque sabiendo siempre que al H. Alfredo había que tenerle mucho respeto, porque era un hombre de autoridad natural.” 

Otro Hermano me ha dicho:

 “Yo viví con Alfredo en Santander. Era una bellísima persona con un juicio extraordinario. Hacía favores siempre aunque fuesen costosos y era abnegado. Tenía buen humor y en las conversaciones era ameno. Había gente que no comprendía su manera de ser. Estuvo muchos años en América y eso pesaba en él.  En el Barrio Pesquero hizo una labor buenísima y era apreciado por todo, sobre todo por el Director de entonces...A mí me ayudó mucho”

Y otros Hermanos me han hablado de tu nobleza y claridad al decir las cosas, de tu espontaneidad, de lo que te gustaban los paseos y el pasarlo bien con los Hermanos. ¿Te acuerdas de uno de tus últimos paseos, con la comunidad de las Arcas Reales a las Médulas leonesas? Tus rodillas ya estaban delicadas pero aquellas bellas cuestas no pudieron contigo.

Y de Santander vino como subdirector a la Residencia de Bujedo y después de una breve estancia en Madrid tuvo fuerza para volver a su querida Bolivia y ser director en el colegio de Cochabamba en el año 1999, cuando ya tenía 72 años. De vuelta a Santander estuvo unos años como jubilado hasta que se incorporó a la Residencia de las Arcas Reales en el año 2004.

Hermanos, la muerte es sólo un paso. Podemos estar llenos  de dudas, como Tomás, el apóstol. Pero Jesús se adelanta  por dos veces haciéndose presente en medio de los que se reúnen en su nombre. Nos ofrece su paz y nos da un pequeño coscorrón en la persona de Tomás: “… no seáis desconfiados; tened fe” (Jn 20, 27), y, además, nos garantiza la felicidad de “… aquellos que, sin ver, creyeron” (Jn 20, 29).

Los muchos signos de Dios se han escrito en la vida de sus elegidos, de aquellos hombres y mujeres que se fiaron de Él para ofrecer el testimonio de una vida que no se acaba.  Una vida que desplegamos con los gestos que ponemos en el vivir cotidiano: compartir con los Hermanos, poner nuestra vida al servicio de los otros, ser fieles a la llamada, la persistencia en ser causa de alegría para los otros. Así lo hizo nuestro Hermano Alfredo y como a él se nos da el poder disfrutar ya de ese Espíritu que Jesús ofrece a los que caminamos por este mundo, en medio de vaivenes propios de nuestra debilidad; y a los que ya han resucitado a la vida plena, de un manera definitiva.Gracias, Padre Dios, por la persona de nuestro Hermano.

Descansa, Alfredo, Hermano, amigo, en los brazos amorosos del Padre que te acoge para siempre. Paséate por el cielo y disfruta de su paz.

¡Que así sea!

Hº FERNANDO (14 abril 1980)




Hº HERMENEGILDO (30 abril 1981)




Hº JAVIER (24 diciembre 1983)




Hº TARSICIO (19junio 1986)




Hº FRANCISCO ARCE TUDANCA (17 mayo 1988)




Hº HIGINIO (3 enero 1992)




Hº LUCIANO (febrero 1994)





Hº VÍCTOR CORRAL (4 noviembre 1995)





Hº JOAQUÍN BERRUGUETE (abril 1997)




Hº AMADEO (3 febrero 2002)




D. DOMINGO GÓMEZ (4 noviembre 2002)




D. JOSÉ COSTANA (9 abril 2009)



D.FRANCISCO MARTÍN MARTÍNEZ-CONDE
(4 noviembre 2014)




El día 4 de noviembre de 2014, a los 85 años de edad, fallecía nuestro querido profesor D. Francisco.

Francisco Martín Martínez-Conde nació  el 14 de marzo de 1929 en Lantadilla (Palencia), pueblo en el que era maestro su padre, Máximo.  Su madre, María Jesús,  era de Resconorio (Cantabria), por lo que Máximo pidió traslado a Santander  y aquí fue uno de los maestros de la escuela nacional de la calle Madrid. Ellos tres y los otros dos hijos del matrimonio, Emilia y Jesús, vivían en la calle Méndez Núñez poco antes de la guerra civil. Francisco, con ojos  asombrados de niño, vio el horror de la guerra. También era socio del Racing y le gustaban los payasos Hermanos Cape que venían en el Circo Feijóo.

Estuvo siete años formándose con los Carmelitas. Con ellos ejercitó su afición por el dibujo, el conocimiento de la figura de Santa Teresa y estudió latín. Posteriormente realizó  Magisterio en Santander, con cuyos compañeros de promoción siguió reuniéndose hasta su fallecimiento. En 1958 fue contratado por el Colegio La Salle. Poco después se casó con Montse, joven del pueblo de su padre, Villasarracino (Palencia); tuvieron seis hijos: Paco, Javier, Carlos, Manuel, José María y Óscar. En los primeros años era tutor de 3º de Bachillerato, preparaba a los alumnos en latín para las reválidas y era delegado del equipo de baloncesto.   Algunas de las frases que solía repetir a sus alumnos era el refrán  “suaviter et fortiter” o “quien conjuga y declina sabe la lengua latina”.


Con la reforma educativa de la EGB, Francisco pasó a dar clases de Ciencias Sociales y Lengua Española en séptimo y octavo. En aquellos años leía a sus alumnos pasajes de “El Lazarillo de Tormes”, de “Vela y Ancla” o de “Corazón”, el libro de lectura que tenía cuando iba a la escuela con su padre. Y le encantaba explicar a sus alumnos el monumento a Pereda o llevarles a recorrer la ruta cántabro romana “in situ”, o la de los literatos del Siglo de Oro oriundos de Cantabria. Disfrutaba mucho en la sala de profesores durante los recreos discutiendo vehementemente  con sus compañeros de fútbol o política. Solía decir que, para poder enseñar a un niño, éste debe notar que se aprecia a su persona tal como es, que se está pendiente de él en su singularidad, así como que se debe procurar que nunca se sienta despreciado; y que en los alumnos lo más importante es que sean buenas personas.
Cuando se jubiló se lo tomó como unas vacaciones indefinidas.  Entonces dedicó su tiempo  a pasear y a sus árboles de Somo, siempre acompañado y ayudado por su amigo, el otro Paco. Todos los miércoles ensayaba con la Schola Gregoriana, colaboraba en la parroquia con Cáritas o como lector en las misas, y veía crecer a sus nietos: Marina, David, Amanda, Rodrigo, Hugo, Celia y  Chloé. Su relación con sus excompañeros y el Colegio la siguió con AJUCOLASA, la Asociación de Jubilados del Colegio La Salle, reuniéndose periódicamente para continuar el espíritu de amistad entre los mismos, además del aprecio y agradecimiento hacia la obra de La Salle,  así como a sus exalumnos, las familias, sus compañeros y los Hermanos. 


En su casa, con sus amigos o compañeros de actividades era de los que ven siempre la botella medio llena,  alegre y amante de las sobremesas.  “Las cosas hay que cogerlas por su asidero”, “hay que pasar la página y perdonar”… eran algunos de sus principios, siempre de la mano de sus profundas creencias religiosas. Disfrutaba mucho reuniendo a los suyos en su hogar, en Somo.  En sus conversaciones afloraba frecuentemente su amor por la tierra y las gentes de Cantabria y Castilla. Citaba las palabras de Santa Teresa: “las gentes de Palencia son las de mejor masa que he conocido”.

Hace diez años el equipo humano y profesional de Valdecilla consiguió para él una prórroga de diez años, fue un magnífico regalo. Disfrutó de una vida plena hasta el final: unas semanas antes de ingresar en el hospital había cantado con la “Schola Gregoriana” en la catedral de Valencia y, días después, impartió una conferencia sobre Santa Teresa para la Casa de Ávila en nuestra ciudad. Cuando se dio cuenta de que se moría, tranquilizó a su mujer y rezó de una manera similar a la de un niño. El personal del hospital Valdecilla le cuidó para que no tuviese agonía. Nos dejó sosegados, serenos.


Francisco está ahora entre los que le precedieron: sus queridos  exalumnos  Rafa Ferrer, Carmelo Abad, “Hightower”, Jerónimo Rodríguez, Susana Prieto, Jaime López-Alonso… ; sus compañeros y amigos Sevilla, Pepe Costana, Manolo Heras, Domingo, Chus, Pedro, Ana María Conde, Leopoldo, los Hermanos Amadeo, Tarsicio, Eladio, Javier, Gallego, Berruguete, Jaime Ayala, Miguel, Barquín… ; sus hermanos y padres.  Unidos y pendientes de los que un día también seguiremos su camino para reunirnos con ellos en el lugar donde reina la justicia y la paz.
D.E.P. D. Francisco.



In memoriam Hermano Iván González
(14 abril 2019)
 En la mañana del Domingo de Ramos, falleció en Valladolid el H. Iván González Gamito. Nacido en tierras salmantinas (Lumbrales) en 1935, fue alumno de los Hermanos del Colegio La Salle de Valladolid. Ingresó en la Casa de Formación de Bujedo (Burgos), donde realizó los estudios iniciales propios de su Congregación, que completó con el título de Maestro. Posteriormente, cursó Peritaje (Ingeniería) Industrial en nuestra ciudad de Santander. 


Desarrolló su vocación docente, al tiempo que desempeñó diversos cargos de dirección, por tierras de Castilla y León, Asturias y Galicia. También nuestra región se benefició de su buen hacer profesional y de sus notables cualidades humanas en los Centros de Los Corrales de Buelna y La Salle de Santander, de cuya Comunidad formó parte de 1968 a 1974. En nuestro colegio desempeñó los puestos de prefecto y subdirector, además de ser el editor de la memoria escolar. En los últimos años estuvo destinado al Colegio La Salle de Santiago de Compostela.

Desde aquí queremos rendirle un pequeño homenaje. Siempre lo tendremos presente y nos sentiremos felices de haber compartido parte de su vida. Su alma ahora descansa en paz.




Hno. Luis Rebolledo
(3 octubre 2019)






 Natural de Los Corrales de Buelna, el Hno. Luis desarrolló su misión educativa durante muchos años en los colegios La Salle de Santiago y Ferrol, en Galicia. A Santander llegó en 2014 y se integró en el equipo de orientación del centro. Sin embargo, su verdadera vocación era ayudar a los más necesitados y colaborar con PROYDE. Siempre que su salud se lo permitió, participó en los proyectos misioneros de verano. Guatemala, Burkina Faso, Madagascar o la India fueron algunos de los países en los que colaboró acompañando a jóvenes y profesores de La Salle cada año. Durante los últimos meses, ya de baja, siguió colaborando con la tienda de comercio justo y con las acciones que PROYDE realizaba en el centro. Persona humilde y callada, tuvo la virtud de cuidar a las personas que lo rodeaban y estar pendiente de los pequeños detalles, lo que le granjeó el afecto y el cariño de todos los compañeros que trabajaron con él.




El Hno. Luis ha estado comprometido con PROYDE desde hace años. En Galicia y últimamente siendo el Delegado de PROYDE en Cantabria. Su dedicación, de cuerpo y alma, a que PROYDE llevara a cabo su Misión con eficacia e independencia, siempre ha sido un estímulo para quienes nos sentimos parte de la Asociación.

Su compromiso creativo en el Comercio Justo siempre nos ha estimulado. Este mismo comienzo de curso, ya con problemas de salud, fue el primero en hacer el pedido para tener bien surtida la tienda del Colegio La Salle de Santander y de Corrales de Buelna. Las estadísticas de ventas del Departamento de Comercio Justo, nos dicen que el Colegio La Salle de Santander es el segundo en ventas en 2018. Era el fruto de su entusiasmo y su compromiso y del montón de colaboradores y colaboradoras del que supo rodearse.





 HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. LUIS REBOLLEDO


Bujedo 4 de octubre de 2019


Un saludo a vosotros, apreciados celebrantes: Antonio y Sabino, salesianos y capellanes de la comunidad de Santander, y José Luis, buen amigo de Arcas Reales que nos acompañas siempre.

Un saludo a vosotros, familiares del H. Luis: sus hermanos Pedro, Antonio, Javier y Mari Carmen, sus cuñadas, y todos los sobrinos y sobrinas aquí presentes. Hace poco tiempo fallecía vuestro hermano Fernando, y hoy de nuevo sentís la pérdida de otro hermano, de nuestro querido Luis. Nos sentimos unidos a vosotros por lazos de dolor y de esperanza común y nos acompañamos mutuamente en esta situación. 

Y un saludo muy especial también para vosotros, Hermanos y lasalianos de su comunidad y del Centro de Santander, que cuidasteis y acompañasteis al H. Luis en los días de su enfermedad, hasta que la situación hizo que fuera trasladado a Arcas Reales, donde podría ser mejor atendido. Lazos de fraternidad, de preocupación y de solicitud se han tejido en estos últimos días de la vida del H. Luis entre su familia, su comunidad, los compañeros de Santander, los Hermanos de Arcas… A todos vosotros, el H. Luis os mostraba su gratitud, y como la voz ya no era muy fuerte y se cansaba, a veces lo hacía por sencillos mensajes de whatsapp. Expresaba así su reconocimiento. Como sin duda le gustaría poder expresarlo ahora, ante la presencia de tantos como estamos aquí. Porque Luis siempre fue un hombre agradecido, sencillo y cercano, que saboreaba la vida. Y hoy su vida continúa, por supuesto, aunque de otro modo. 

Hoy es el día de San Francisco de Asís, y es una buena coincidencia, porque el santo de Asís y nuestro H. Luis tenían muchos rasgos en común: la sencillez, la búsqueda constante del querer de Dios, la vida en pobreza y el amor a los pobres, la opción por la fraternidad… Incluso un gusto especial por lo natural y por la autenticidad, sin adornos ni añadidos.

Este estilo de vida es lo que me llevó a pensar en las dos lecturas que sé que para Luis eran sido muy significativas. En la carta a los Gálatas, San Pablo se atreve a decir la famosa expresión “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. No sé si el H. Luis se habría atrevido a hacer suya esta expresión; de hecho, ¿quiénes nos atreveríamos a hacerla? Pero sí me atrevo a afirmar que esa fue la pretensión del H. Luis. Y más que una pretensión, fue una realidad el hecho de que, como San Pablo, Luis hizo de su debilidad su fortaleza, por gracia de Dios y por empeño y trabajo personal, pues la operación de sus cuerdas vocales y todos los problemas que le ocasionó, al impedirle impartir clase a grupos numerosos, le hizo centrarse en grupos más reducidos, de niños con más dificultades. Y en esta tarea, en su entrega a los más pequeños y a los que más le necesitaban, Luis encontró un modo de canalizar la llamada a la misión, que en su caso es tanto como decir, la llamada al amor. No había más que oírle hablar, con tanta paciencia y ternura, de sus alumnos.

Y el evangelio que hemos escuchado es, sin adornos, el programa de vida del H. Luis, que quiso hacer del pobre, del enfermo, del preso, del desnudo… el destinatario de sus desvelos, tanto en el aula, como ya he dicho, como en el servicio cotidiano del Colegio, empleándose con esmero en organizar hasta el mínimo detalle, con mimo de artesano, todo lo relacionado con el Comercio Justo; o, por supuesto, en los numerosos veranos en los que dedicó su tiempo y esfuerzo a los distintos proyectos de voluntariado de PROYDE, en distintos continentes, y con tantos voluntarios que descubrían en él un modo de ser y de actuar que contagiaba solidaridad, fe y compromiso. 

Sus compañeros de PROYDE y del Comercio Justo, con los que ha mantenido tanta relación, han ido enviando mensajes y los han subido a la red, que expresan y a la vez canalizan la tristeza por su muerte y el cariño y admiración por su persona: asiduo acompañante, hombre sensible, detallista, trabajador, atento… De auténtico testimonio de vida… Sería demasiado largo hacernos eco del caudal de tantas comunicaciones.

El H. Luis Nació en los Corrales de Buelna, el 3 de diciembre de 1952, en el hogar de Pedro y Clara y allí comenzó su preparación para la vida comunitaria, pues eran 6 hermanos, una numerosa comunidad familiar. Inició muy joven su formación como aspirante en Bujedo, en 1965, pasando después al postulantado de Valladolid, el Noviciado en Bujedo y el Escolasticado  en Salamanca.

Sabe Quién le llama, y es consciente de que no debe escatimar los esfuerzos. Por eso acoge con gusto lo que se le propone: la experiencia comunitaria en La Felguera, como una especie de postulantado en el que inicia los estudios de magisterio; el año de noviciado en Griñón y la primera profesión, la continuidad de los estudios de magisterio en Valladolid, donde termina la modalidad de educación especial, sin saber aún que ese iba a ser, y de qué forma tan intensa, su campo concreto de misión en la escuela; su estancia posterior en Galicia, en las comunidades de La Salle de Santiago, después Ferrol y, finalmente, la comunidad pastoral de Santiago. Y de Galicia, su traslado a su tierra, Cantabria, concretamente a Santander, donde estará hasta el final de su vida.

Con mucho recato cito unas palabras del escritor y sacerdote Pablo d’Ors, que ofrece una bella reflexión sobre la enfermedad y la muerte. Venzo al hacerlo cierto pudor, porque estas palabras pueden resultar peligrosas; pero creo que en el caso del H. Luis tienen adquieren todo su sentido. Dice Pablo d’Ors: “Os invito a pensar en lo que san Juan de la Cruz dice en cada línea de sus poemas: que quien puede sufrir, puede mucho todavía; que no es cierto que sufrir no tenga sentido; que no es cierto que con el sufrimiento no se pueda hacer nada. Se puede lo más: entregarlo a Dios. Con el sufrimiento se puede nada menos que redimir el mundo” (Pablo d’Ors).

No habla el autor ni de la búsqueda del sufrimiento ni de una simple justificación del dolor… sino de una sana y santa integración del sufrimiento en la vida y de un sentido profundo, que sólo se puede captar con los ojos de la fe. Y creo que, en este difícil arte, Luis fue un maestro. Porque su primer cáncer redujo y condicionó su modo de vivir la misión, incluso su modo de hablar; pero no le venció; y el segundo cáncer le dejó sin fuerzas, agotado… Pero Luis siguió de pie, en el camino… Y este desenlace final lo tuvo siempre con ánimo preparado para volver al surco, en cuanto fuera posible… Y su mensaje fue siempre de esperanza, de aceptación, incluso de adoración. 

Volvemos los ojos a Dios en esta tarde para decirle que se nos ha llevado demasiado pronto al H. Luis. Que querríamos que su presencia con nosotros hubiera durado mucho más. Pero Dios sabe. Hace muy poco, también con mucho dolor, también con la impresión de que era demasiado pronto, le decíamos adiós al H. Javier, a nuestro querido Busta, también originario de los Corrales. Ahora se encuentran los dos paisanos de nuevo y desde allí seguramente nos mirarán sonriendo. Seguirán presentes en nuestra vida, en nuestra misión, en nuestras comunidades. Y en el Sindicato, del que tanto disfrutaron ambos y en el que tanto compartieron… Desde allí son ellos quienes nos alientan y nos invitan a continuar imaginando un futuro en el que la educación cristiana y el servicio educativo a los pobres, a los más necesitados, siga siendo una realidad. Que así sea.




Hno. Julián Tejedor
14 octubre 2019


Julián Tejedor, natural de Cervera de Pisuerga (Palencia). El Hno. Julián ha sido uno de los hermanos que más tiempo ha trabajado en nuestro colegio. Su primera época fue entre 1947 y 1958. En la década de los 60 ejerció de subdirector del centro entre 1966 y 1970. Hace pocas semanas se podía ver en las redes sociales del centro una foto suya de estos años. A finales de los años 70 regresa de nuevo a Santander como director, cargo que desempeña entre 1978 y 1984. Desde 1999 formaba parte de la comunidad de la residencia de Arcas Reales, Valladolid.  

El Hno. Julián estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela, y también desempeñó su misión educativa en los dos colegios La Salle de Valladolid y Palencia. Además, fue visitador auxiliar del Distrito Valladolid. Muchos recordarán su etapa como director en la que el colegio se hizo mixto, hizo frente a la LODE o nació la revista Noray.
Siempre lo tendremos presente y nos sentiremos felices de haber compartido parte de su vida. Su alma ahora descansa en paz.
Colegio de Santander donde permaneció en los tres períodos 1947–1958  1966–1970  1978-1984

En su etapa como Director del Colegio en Santander (1978-1984), la revista NORAY le entrevistaba como persona VIP. Reproducimos en su integridad el contenido de la misma, como documento de homenaje a su gran persona, de su bondad y cercanía a los alumnos.





HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. JULIÁN TEJEDOR

Bujedo 15 de octubre de 2019


Un saludo a vosotros, apreciados celebrantes: Richi y José Luis, buenos amigos de siempre.

Un saludo a vosotros, familiares del H. Julián: sus sobrinos Rafa, María Jesús y Ana, que habéis estado tan cercanos al H. Julián.

Y un saludo también para todos los Hermanos y lasalianos presentes en la celebración, muy especial para los Hermanos de Arcas Reales, que habéis vivido, algunos durante muchos años, el último período de la vida del H. Julián: habéis compartido la cotidianidad con él, habéis disfrutado y sufrido los avatares de la vida, os habéis acompañado en la oración día a día y le habéis visto decaer progresivamente en sus fuerzas: en su movilidad, su conocimiento… pero le habéis visto mantener constantemente la sonrisa, como la muestra de que su alegría venía de algo más profundo, que la enfermedad no podía doblegar. 

El evangelio que he escogido para esta eucaristía es el de las dos casas, cimentadas en materiales muy distintos: la arena y la roca. A pesar de que el evangelio es tan conocido y nos parece lógico que la roca sea lo que todos preferiríamos para fundamentar nuestra existencia, en realidad vivimos en una cultura que ensalza mucho más la arena. Hoy nos movemos en un contexto donde todo se prefiere fluido, maleable, poroso. Nuestro mundo opta por el cambio, la transformación, la movilidad, lo desechable. Nada es para siempre, ni siquiera las casas. Por eso, la parábola de Jesús, tan lógica, es hoy especialmente necesaria. Una vida de fidelidad, de seguimiento a un único Señor, durante toda la existencia, desde luego que sólo se puede mantener si está asentada sobre una sólida roca, que es el Señor mismo al que se quiere seguir. Así lo vivió el H. Julián. Incluso al final de sus días, cuando ya dependía totalmente del amor y de la entrega de sus hermanos y de quienes le cuidaban, cuando su vida era tan frágil, incluso en esos momentos sus cimientos siguieron siendo de roca pura, porque el Señor de su vida seguía siendo el mismo a quien le confió su existencia, sus desvelos, sus días y sus noches, en sus años de mocedad. Y la casa de su vida siguió asentada sobre la roca hasta el final.

Yo no viví nunca con el H. Julián, pero coincidí muchas veces con él, sobre todo al final de su vida. Cuántas veces le vi, acompañado por los Hermanos, que le llevaban de paseo en su silla de ruedas. No sé si me conocía, pero siempre me encontraba con su sonrisa y su gesto de sereno agradecimiento, aunque fuera sin palabras, acogiendo en silencio la muestra de amabilidad, el saludo o el rasgo de solicitud hacia él. Su agradecimiento, su acogida del Hermano, aun en medio de su situación de semiconsciencia, era una especie de mantenimiento de lo que había sido toda su vida. Porque son muchos los Hermanos que me han hablado del H. Julián con admiración y con mucho cariño. Entre ellos, el H. Antolínez, que ayer me enviaba unas notas para la homilía, ya que él no podía estar hoy aquí. Y no me refiero al momento actual, cuando parece que la muerte nos hace despertar en todos el recuerdo de lo mejor de la vida de quien se va. Concretamente, me han destacado su grandeza de espíritu, su generosidad natural, su bondad, su simpatía y capacidad de acoger.  Asumió responsabilidades fuertes, que le hicieron estar en la primera línea de la toma de decisiones, pero siempre mantuvo un talante pacífico, tolerante, acogiendo a las personas y la realidad como venía, sin alterarse, destacando más por la amplitud y la benevolencia que por el rigor. Sonreía siempre y parecía tener una capacidad nada habitual para afrontar los problemas sin convertirlos en conflicto o en causa de confrontación. Hoy, en el día de Santa Teresa, nos resuenan las palabras inolvidables de la santa de Ávila, encarnadas en nuestro H. Julián: nada te turbe, nada te espante… Sólo Dios basta. Y ha sido una gracia haber conocido y vivido con alguien que manifestó esto hasta el final de sus días.

El H. Julián nació en Cervera, población que goza de la característica de ser convergencia entre las tierras de Castilla y de Cantabria. Nació en el hogar de Julián y Ángeles. Junto a su hermana Rosita y su hermano Ángel, formarán una familia de acendrada fe cristiana y laboriosidad ejemplar. Con 12 años ingresa en Bujedo, donde transcurrirán su adolescencia y juventud.

Con sus estudios finalizados la obediencia le sitúa, como Hermano joven, en el Colegio Nuestra Señora de Lourdes, en Valladolid. Una comunidad numerosa y un internado donde inicia sus labores en la clase y en el acompañamiento de sus alumnos. Permanecerá allí sólo 2 años, pero volverá a estar de nuevo, de 1975 a 1978, como director.

El 21 de agosto de 1947 es trasladado al Colegio de Santander, recién inaugurado, y que vive sus primeros años de existencia en su nueva ubicación. Será la estancia más larga y fructífera de nuestro Hermano, 21 años vividos en diversos periodos, realizando las tareas de profesor, Prefecto, Subdirector y Director. Su siguiente destino será Santiago de Compostela, donde ejerce la tarea de prefecto durante 6 años. En Palencia también estará en dos momentos diferentes, en los que asume las funciones de profesor, secretario y más tarde Director.

De 1970 a 1975 es designado Visitador Auxiliar del Distrito, responsable de la animación pedagógica de los centros. Son años de intensa actividad, con la introducción del nuevo sistema educativo, enseñanza personalizada, métodos activos y fichas. Multitud de cursos para preparar al profesorado, múltiples viajes pedagógicos, especialmente cuidados, para que los equipos directivos que van tomando carta de naturaleza en cada centro conozcan nuevas metodologías e incorporen nuevas experiencias de renovación. Sin duda, un momento singular donde sólo nos cabe el reconocimiento y gratitud a su denodado esfuerzo.

La Salle -Hispano en Valladolid, entre 1990 – 92, es otro hito educativo en su labor de enseñante y profesor. En 1999 se cierra su ciclo de vida activa colegial como Secretario del Colegio La Salle de Palencia. Acepta con serena lucidez su jubilación y con ella el traslado a la Residencia de Arcas Reales, en Valladolid. Y aquí vivirá los 20 últimos años de su vida.

Siempre con una sonrisa, una mano tendida y un deseo de hacer felices a los que con él viven. Nunca tuvo una queja de su situación, viviendo con ejemplar resignación el deterioro y las limitaciones de sus últimos años, hasta llegar a los 92 años.
Tengo la suerte de vivir con un poeta, Juan García Callejas. En su último libro, “Veinte gramos de luz”, dice:

Para cuando todo acaba, o tantas cosas nos hieren, una luz nos llega, a pesar de la desolación que nos devasta. Confiar es la puerta de salida o de entrada, la frágil consistencia de un amor extraño que solo puede hallarse dentro de la nube oscura, en el fragor de la batalla, en el dolor de las heridas.
Yo no lo sabría decir de modo tan bello, y eso que las palabras son duras: habla de desolación que devasta, de nube oscura, de fragor de batalla y dolor de heridas. Y sin duda, los últimos años de la vida del H. Julián, su larga enfermedad, ha tenido mucho de esto: desolación, oscuridad, batalla, dolor… Pero también en el poema se refiere a la luz, a la confianza, como la gran puerta a cruzar, y a la frágil consistencia del amor. Luz, confianza, amor… Son palabras que no pesan, frágiles, pero que le han permitido llegar al H. Julián, tal y como decía San Pablo a Timoteo, a pelear bien la batalla, a acabar la carrera guardando la fe y a alcanzar la corona prometida, porque el Señor es bueno y es justo. A él le confiamos a nuestro querido H. Julián y nos confiamos a nosotros mismos. Santa Teresa decía en otro verso inolvidable: “Que tan alta vida espero…”. El H. Julián ya no tiene que esperar. Alegrémonos con él.



H. Epifanio Ruiz


El pasado domingo, día 9 de febrero, falleció el H. Epifanio Ruiz. Había nacido en la localidad burgalesa de Cilleruelo de Bezana en abril de 1925, justamente al lado del puerto del Escudo, pueblecito pegado al grandioso embalse del Ebro, en los límites de Cantabria y la provincia de Burgos. El funeral por su eterno descanso se celebró el lunes, día 10, en el monasterio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Bujedo (Burgos), su residencia en los últimos años.

Repasando su itinerario vital, nos encontramos con una larga vida, plena de aventuras y sorpresas. En 1942, atendiendo la llamada del Señor se encaminó a la Casa de Formación de Premiá de Mar (Barcelona), pasando joven aún, como misionero, a tierras americanas (Venezuela, Nicaragua, Costa Rica)

Regresado a España en 1962, ejercerá su vocación docente en varios lugares de Cataluña, en Tejares (Salamanca), Madrid, Palencia, Los Corrales de Buelna... A la Comunidad La Salle de Santander llegó en 1984, dedicado a tareas docentes (profesor de Religión y Pretecnología) y administrativas; aquí permaneció hasta que en 1990 cruzó de nuevo "El Charco". Durante unos años trabajó en Cartagena de Indias (Colombia), coordinando tareas de catequesis en barrios de la periferia de la ciudad y responsabilizándose del Movimiento Scout. En 1999 regresó definitivamente a España. Luego de una prolongada estancia en la Residencia La Salle de Cortes (Burgos), fue destinado en 2011 a la Casa de Bujedo, su última Comunidad de referencia.



Su vida de consagrado a la educación de niños y jóvenes estuvo llena de sentido y satisfacción personal, plasmando en el día a  día uno de los más bellos artículos de las Reglas de los Hermanos (art. 53):

"Los Hermanos quieren ser al mismo tiempo hermanos entre sí, hermanos de los adultos a los que tratan y hermanos mayores de los jóvenes que se les confían".

El H. Epifanio es un signo relevante de esperanza cristiana en la Resurrección, y hace presente en nuestras vidas un amanecer de un nueva vida que ha comenzado ya.



























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