11 MARZO 2025
H. JOSÉ RAMÓN PALMA RUIZ (18.06.1954 – 06.03.2025)
El pasado jueves 6 de marzo nos levantamos con la triste noticia del
fallecimiento del H. José Ramón en Bujedo, donde residía desde el mes de
junio del año pasado. Una cruel enfermedad puso fin a su vida, una vida plena
de servicio hacia los demás y en especial a los niños, alumnos de La Salle, que
hoy se entristecen al saber que ya no estarán junto a él.
El H. José Ramón fue director del Colegio La Salle de Santander de
2008 a 2021, un largo período pleno de realizaciones, muy fructífero y
trabajado. Venía de ser Director del Colegio de Los Corrales de Buelna. No era
la primera vez que el Director de esa localidad cántabra pasaba a dirigir a
continuación el Colegio La Salle de Santander. En efecto, el H. José Ramón
lo había dirigido durante 11 años antes de ser designado nuevo Director de
Santander en 2008, en sustitución del H.
Marcos Bandín. Pero anteriormente esa misma trayectoria la habían vivido ya
los Hermanos Antonio García (1954-1960), Amancio Elvira (1972-1978) y José
Carlos García Moreno (1998-2003)
El H. José Ramón, nacido en la ciudad de Burgos (1954), había sido
alumno de los Hermanos en el Colegio La Salle de la capital castellana.
Adolescente aún, ingresó en la Casa de Formación de los Hermanos, alentado por
la llamada del Señor Jesús. Joven aún y curtido en las lides de la
escuela, había ejercido unos años como docente en La Salle de Palencia. Su
primera experiencia de Director la tuvo en el Colegio que la Institución tenía
en la localidad asturiana de Ujo. Venía, pues, a Santander, con ilusión manifiesta
y experiencia sobrada.
El viernes 7 de marzo le despedíamos en Bujedo por medio de una Misa
funeral celebrada en la Iglesia del Monasterio ante la Virgen del Buen
Consejo. El interior estaban presentes Hermanos, familiares, profesores compañeros en sus años de docencia,
padres de alumnos, amigos.., en fin, una buena representación de cuantos le querían. Una despedida sencilla y emotiva que presidida por D.
Pedro, Capellán del Monasterio y por D. Prudencio Cabrero, sacerdote
cántabro, vinculado estrechamente a la Misión Lasaliana, nos llenó de Paz
interior y consuelo.
El H. Eladio Ruiz, Visitador Auxiliar de Valladolid (ARLEP),
pronunció una sentida y cuidada homilía, de la que extraemos alguno de sus
párrafos más significativos.
Nos reunimos hoy en este templo con sentimientos encontrados: la tristeza
por la despedida de nuestro querido H. José Ramón Palma; pero, al mismo
tiempo, nos sostenemos en la esperanza y en la certeza de la resurrección. Hoy
no estamos aquí solo para llorar su ausencia, sino para dar gracias por su
vida, por su entrega, y por el bien que ha sembrado en tantas almas a lo largo
de su caminar.
Se nos ha ido al inicio de la Cuaresma, esta Cuaresma jubilar, en la que
la Iglesia nos recuerda que somos peregrinos por este mundo y que nuestra
misión en él es ser sembradores de esperanza. El Papa nos llama a
preparar nuestros corazones para la Pascua con espíritu de conversión y
esperanza. La Iglesia nos recuerda que Cristo ha vencido la muerte y nos
ha abierto las puertas de la vida eterna. "La muerte ha sido vencida.
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?" (1 Co 15,54-
55). Esta es nuestra esperanza: la vida no termina en la muerte, sino que se
transforma en plenitud en Dios. El
H. José Ramón ya experimenta esa plenitud, ahora ya está gozando de la luz pascual junto al Padre celestial.
El H. José Ramón dedicó su vida al servicio de la educación y al
acompañamiento de los más pequeños y necesitados, una de sus preocupaciones
como director era que los alumnos con necesidades educativas especiales
estuvieran bien atendidos y para ello peleaba con la administración con el fin de conseguir más horas para atender adecuadamente a estos alumnos.
Él vivió este mensaje de Isaías
con fidelidad, entregándose por completo a la misión
de enseñar, de acompañar, de abrir caminos de esperanza para quienes más lo necesitaban. No podemos hablar de él sin
recordar su generosidad, su paciencia, su buen
espíritu y su alegría en el servicio.
El H. José
Ramón ya ha concluido su camino de entrega y fidelidad. Para él, la espera
ha terminado; ha llegado al banquete
eterno, al encuentro definitivo con Dios. Ha pasado por la prueba de la
vida, por el compromiso del Evangelio, y ahora goza de la luz pascual
junto al Padre. Nosotros, en cambio, seguimos en camino. Por eso, este
momento nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida, sobre el modo en
que estamos caminando hacia Dios. ¿Estamos siendo fieles al Evangelio?
.
Desde el inicio de su misión educativa en Palencia hasta su paso por
Santiago de Compostela, Ujo, Los Corrales y Santander, el H. José Ramón
dedicó su vida al servicio de la educación y al acompañamiento de los más
pequeños y necesitados. Su vocación no era solo enseñar, sino transformar
corazones, inspirar a sus alumnos y darles la oportunidad de crecer en un
ambiente de amor y valores.
En su caminar, siempre tuvo claro que la prioridad eran los niños. Su
esfuerzo incansable, su alegría y su entrega en el trabajo hicieron que cada
colegio donde estuvo se convirtiera en un hogar para quienes pasaban por sus
aulas. En Ujo, Corrales y Santander tuvo la responsabilidad de ser director. No
era solo un director, un profesor o un Hermano; era un amigo, un guía,
un reflejo del amor de Dios
para sus alumnos y compañeros.
Y deseo
terminar con la última gran lección que nos ha dado José Ramón. La
enfermedad vino a visitarle justo cuando iba a jubilarse. Podría haber sido un
golpe devastador, un motivo de desesperanza, pero él lo afrontó con la misma
entereza y optimismo con la que vivió siempre. Así afrontó la primera etapa de
su enfermedad en Santander y cuando de nuevo rebrotó la enfermedad estando ya
en la comunidad de Burgos y tuvo que venir en la primavera del año pasado a
Bujedo siguió afrontándola con el mismo optimismo. Todos, él incluido, éramos
conscientes de la gravedad de su enfermedad, pero nunca permitió que eso le
arrebatara la alegría ni las ganas de vivir. A veces, cuando la vida nos
golpea, bajamos la cabeza y nos quedamos mirando nuestros propios zapatos, como si solo
existiera lo inmediato, lo que
nos pesa, lo que nos duele.
Pero él nos enseñó a
mirar más allá, a levantar la vista y ver el horizonte. Nos enseñó que, aun en
medio del dolor, la vida sigue siendo un regalo de Dios y merece ser
vivida con plenitud.
"No temo a la
muerte", decía. "Sabemos
que vamos a morir. Yo sé que la tengo más cerca, pero voy a plantarle
cara."
Y así lo hizo. No desde la resignación, sino desde la aceptación serena, desde la confianza absoluta en Dios.
Gracias, Señor,
por José Ramón,
él ha sido un regalo para nosotros.
Gracias, José Ramón, por tu
testimonio, por tu entrega, por tus desvelos, por tu generosidad. Tu vida ha
sido un pequeño rayo de luz en nuestro caminar. Descansa en paz, hermano”.