miércoles, 16 de octubre de 2019

Hermanos Luis Rebolledo y Julián Tejedor

16 OCTUBRE 2019

Dos tristes acontecimientos han tenido lugar en el último mes, el fallecimiento de dos Hermanos muy ligados al Colegio de Santander, Luis Rebolledo y Julián Tejedor. Todos los que les conocimos lamentamos tan triste noticia.

Desde las páginas de este blog lasaliano queremos dedicar un cariñoso recuerdo a ambos Hermanos, sabiendo que ya se encuentran junto al Señor, al que dedicaron sus vidas por medio de la enseñanza. Descansen sus almas en paz.


Hno. Luis Rebolledo. (3 de diciembre de 1952 – 3 de octubre 2019)



Natural de Los Corrales de Buelna, el Hno. Luis desarrolló su misión educativa durante muchos años en los colegios La Salle de Santiago y Ferrol, en Galicia. A Santander llegó en 2014 y se integró en el equipo de orientación del centro.
 Sin embargo, su verdadera vocación era ayudar a los más necesitados y colaborar con PROYDE. Siempre que su salud se lo permitió, participó en los proyectos misioneros de verano. Guatemala, Burkina Faso, Madagascar o la India fueron algunos de los países en los que colaboró acompañando a jóvenes y profesores de La Salle cada año.
Durante los últimos meses, ya de baja, siguió colaborando con la tienda de comercio justo y con las acciones que PROYDE realizaba en el centro.

Persona humilde y callada, tuvo la virtud de cuidar a las personas que lo rodeaban y estar pendiente de los pequeños detalles, lo que le granjeó el afecto y el cariño de todos los compañeros que trabajaron con él.



El Hno. Luis ha estado comprometido con PROYDE desde hace años. En Galicia y últimamente siendo el Delegado de PROYDE en Cantabria. Su dedicación, de cuerpo y alma, a que PROYDE llevara a cabo su Misión con eficacia e independencia, siempre ha sido un estímulo para quienes nos sentimos parte de la Asociación.

Su compromiso creativo en el Comercio Justo siempre nos ha estimulado. Este mismo comienzo de curso, ya con problemas de salud, fue el primero en hacer el pedido para tener bien surtida la tienda del Colegio La Salle de Santander y de Corrales de Buelna. Las estadísticas de ventas del Departamento de Comercio Justo, nos dicen que el Colegio La Salle de Santander es el segundo en ventas en 2018. Era el fruto de su entusiasmo y su compromiso y del montón de colaboradores y colaboradoras del que supo rodearse.






HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. LUIS REBOLLEDO

Bujedo 4 de octubre de 2019

Un saludo a vosotros, apreciados celebrantes: Antonio y Sabino, salesianos y capellanes de la comunidad de Santander, y José Luis, buen amigo de Arcas Reales que nos acompañas siempre.

Un saludo a vosotros, familiares del H. Luis: sus hermanos Pedro, Antonio, Javier y Mari Carmen, sus cuñadas, y todos los sobrinos y sobrinas aquí presentes. Hace poco tiempo fallecía vuestro hermano Fernando, y hoy de nuevo sentís la pérdida de otro hermano, de nuestro querido Luis. Nos sentimos unidos a vosotros por lazos de dolor y de esperanza común y nos acompañamos mutuamente en esta situación. 

Y un saludo muy especial también para vosotros, Hermanos y lasalianos de su comunidad y del Centro de Santander, que cuidasteis y acompañasteis al H. Luis en los días de su enfermedad, hasta que la situación hizo que fuera trasladado a Arcas Reales, donde podría ser mejor atendido. Lazos de fraternidad, de preocupación y de solicitud se han tejido en estos últimos días de la vida del H. Luis entre su familia, su comunidad, los compañeros de Santander, los Hermanos de Arcas… A todos vosotros, el H. Luis os mostraba su gratitud, y como la voz ya no era muy fuerte y se cansaba, a veces lo hacía por sencillos mensajes de whatsapp. Expresaba así su reconocimiento. Como sin duda le gustaría poder expresarlo ahora, ante la presencia de tantos como estamos aquí. Porque Luis siempre fue un hombre agradecido, sencillo y cercano, que saboreaba la vida. Y hoy su vida continúa, por supuesto, aunque de otro modo. 

Hoy es el día de San Francisco de Asís, y es una buena coincidencia, porque el santo de Asís y nuestro H. Luis tenían muchos rasgos en común: la sencillez, la búsqueda constante del querer de Dios, la vida en pobreza y el amor a los pobres, la opción por la fraternidad… Incluso un gusto especial por lo natural y por la autenticidad, sin adornos ni añadidos.

Este estilo de vida es lo que me llevó a pensar en las dos lecturas que sé que para Luis eran sido muy significativas. En la carta a los Gálatas, San Pablo se atreve a decir la famosa expresión “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. No sé si el H. Luis se habría atrevido a hacer suya esta expresión; de hecho, ¿quiénes nos atreveríamos a hacerla? Pero sí me atrevo a afirmar que esa fue la pretensión del H. Luis. Y más que una pretensión, fue una realidad el hecho de que, como San Pablo, Luis hizo de su debilidad su fortaleza, por gracia de Dios y por empeño y trabajo personal, pues la operación de sus cuerdas vocales y todos los problemas que le ocasionó, al impedirle impartir clase a grupos numerosos, le hizo centrarse en grupos más reducidos, de niños con más dificultades. Y en esta tarea, en su entrega a los más pequeños y a los que más le necesitaban, Luis encontró un modo de canalizar la llamada a la misión, que en su caso es tanto como decir, la llamada al amor. No había más que oírle hablar, con tanta paciencia y ternura, de sus alumnos.

Y el evangelio que hemos escuchado es, sin adornos, el programa de vida del H. Luis, que quiso hacer del pobre, del enfermo, del preso, del desnudo… el destinatario de sus desvelos, tanto en el aula, como ya he dicho, como en el servicio cotidiano del Colegio, empleándose con esmero en organizar hasta el mínimo detalle, con mimo de artesano, todo lo relacionado con el Comercio Justo; o, por supuesto, en los numerosos veranos en los que dedicó su tiempo y esfuerzo a los distintos proyectos de voluntariado de PROYDE, en distintos continentes, y con tantos voluntarios que descubrían en él un modo de ser y de actuar que contagiaba solidaridad, fe y compromiso. 

Sus compañeros de PROYDE y del Comercio Justo, con los que ha mantenido tanta relación, han ido enviando mensajes y los han subido a la red, que expresan y a la vez canalizan la tristeza por su muerte y el cariño y admiración por su persona: asiduo acompañante, hombre sensible, detallista, trabajador, atento… De auténtico testimonio de vida… Sería demasiado largo hacernos eco del caudal de tantas comunicaciones.

El H. Luis Nació en los Corrales de Buelna, el 3 de diciembre de 1952, en el hogar de Pedro y Clara y allí comenzó su preparación para la vida comunitaria, pues eran 6 hermanos, una numerosa comunidad familiar. Inició muy joven su formación como aspirante en Bujedo, en 1965, pasando después al postulantado de Valladolid, el Noviciado en Bujedo y el Escolasticado  en Salamanca.

Sabe Quién le llama, y es consciente de que no debe escatimar los esfuerzos. Por eso acoge con gusto lo que se le propone: la experiencia comunitaria en La Felguera, como una especie de postulantado en el que inicia los estudios de magisterio; el año de noviciado en Griñón y la primera profesión, la continuidad de los estudios de magisterio en Valladolid, donde termina la modalidad de educación especial, sin saber aún que ese iba a ser, y de qué forma tan intensa, su campo concreto de misión en la escuela; su estancia posterior en Galicia, en las comunidades de La Salle de Santiago, después Ferrol y, finalmente, la comunidad pastoral de Santiago. Y de Galicia, su traslado a su tierra, Cantabria, concretamente a Santander, donde estará hasta el final de su vida.

Con mucho recato cito unas palabras del escritor y sacerdote Pablo d’Ors, que ofrece una bella reflexión sobre la enfermedad y la muerte. Venzo al hacerlo cierto pudor, porque estas palabras pueden resultar peligrosas; pero creo que en el caso del H. Luis tienen adquieren todo su sentido. Dice Pablo d’Ors: “Os invito a pensar en lo que san Juan de la Cruz dice en cada línea de sus poemas: que quien puede sufrir, puede mucho todavía; que no es cierto que sufrir no tenga sentido; que no es cierto que con el sufrimiento no se pueda hacer nada. Se puede lo más: entregarlo a Dios. Con el sufrimiento se puede nada menos que redimir el mundo” (Pablo d’Ors).

No habla el autor ni de la búsqueda del sufrimiento ni de una simple justificación del dolor… sino de una sana y santa integración del sufrimiento en la vida y de un sentido profundo, que sólo se puede captar con los ojos de la fe. Y creo que, en este difícil arte, Luis fue un maestro. Porque su primer cáncer redujo y condicionó su modo de vivir la misión, incluso su modo de hablar; pero no le venció; y el segundo cáncer le dejó sin fuerzas, agotado… Pero Luis siguió de pie, en el camino… Y este desenlace final lo tuvo siempre con ánimo preparado para volver al surco, en cuanto fuera posible… Y su mensaje fue siempre de esperanza, de aceptación, incluso de adoración.  


Volvemos los ojos a Dios en esta tarde para decirle que se nos ha llevado demasiado pronto al H. Luis. Que querríamos que su presencia con nosotros hubiera durado mucho más. Pero Dios sabe. Hace muy poco, también con mucho dolor, también con la impresión de que era demasiado pronto, le decíamos adiós al H. Javier, a nuestro querido Busta, también originario de los Corrales. Ahora se encuentran los dos paisanos de nuevo y desde allí seguramente nos mirarán sonriendo. Seguirán presentes en nuestra vida, en nuestra misión, en nuestras comunidades. Y en el Sindicato, del que tanto disfrutaron ambos y en el que tanto compartieron… Desde allí son ellos quienes nos alientan y nos invitan a continuar imaginando un futuro en el que la educación cristiana y el servicio educativo a los pobres, a los más necesitados, siga siendo una realidad. Que así sea. 





Hno. Julián Tejedor (3 febrero 1927 - 14 octubre 2019)
  

Julián Tejedor, natural de Cervera de Pisuerga (Palencia). El Hno. Julián ha sido uno de los hermanos que más tiempo ha trabajado en nuestro colegio. Su primera época fue entre 1947 y 1958. En la década de los 60 ejerció de subdirector del centro entre 1966 y 1970. Hace pocas semanas se podía ver en las redes sociales del centro una foto suya de estos años. A finales de los años 70 regresa de nuevo a Santander como director, cargo que desempeña entre 1978 y 1984. Desde 1999 formaba parte de la comunidad de la residencia de Arcas Reales, Valladolid.  



El Hno. Julián estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela, y también desempeñó su misión educativa en los dos colegios La Salle de Valladolid y Palencia. Además, fue visitador auxiliar del Distrito Valladolid. Muchos recordarán su etapa como director en la que el colegio se hizo mixto, hizo frente a la LODE o nació la revista Noray.

Siempre lo tendremos presente y nos sentiremos felices de haber compartido parte de su vida. Su alma ahora descansa en paz.


Colegio de Santander donde permaneció en los tres períodos 1947–1958  1966–1970  1978-1984



En su etapa como Director del Colegio en Santander (1978-1984), la revista NORAY le entrevistaba como persona VIP. Reproducimos en su integridad el contenido de la misma, como documento de homenaje a su gran persona, de su bondad y cercanía a los alumnos.







HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. JULIÁN TEJEDOR

Bujedo 15 de octubre de 2019


Un saludo a vosotros, apreciados celebrantes: Richi y José Luis, buenos amigos de siempre.

Un saludo a vosotros, familiares del H. Julián: sus sobrinos Rafa, María Jesús y Ana, que habéis estado tan cercanos al H. Julián.

Y un saludo también para todos los Hermanos y lasalianos presentes en la celebración, muy especial para los Hermanos de Arcas Reales, que habéis vivido, algunos durante muchos años, el último período de la vida del H. Julián: habéis compartido la cotidianidad con él, habéis disfrutado y sufrido los avatares de la vida, os habéis acompañado en la oración día a día y le habéis visto decaer progresivamente en sus fuerzas: en su movilidad, su conocimiento… pero le habéis visto mantener constantemente la sonrisa, como la muestra de que su alegría venía de algo más profundo, que la enfermedad no podía doblegar. 

El evangelio que he escogido para esta eucaristía es el de las dos casas, cimentadas en materiales muy distintos: la arena y la roca. A pesar de que el evangelio es tan conocido y nos parece lógico que la roca sea lo que todos preferiríamos para fundamentar nuestra existencia, en realidad vivimos en una cultura que ensalza mucho más la arena. Hoy nos movemos en un contexto donde todo se prefiere fluido, maleable, poroso. Nuestro mundo opta por el cambio, la transformación, la movilidad, lo desechable. Nada es para siempre, ni siquiera las casas. Por eso, la parábola de Jesús, tan lógica, es hoy especialmente necesaria. Una vida de fidelidad, de seguimiento a un único Señor, durante toda la existencia, desde luego que sólo se puede mantener si está asentada sobre una sólida roca, que es el Señor mismo al que se quiere seguir. Así lo vivió el H. Julián. Incluso al final de sus días, cuando ya dependía totalmente del amor y de la entrega de sus hermanos y de quienes le cuidaban, cuando su vida era tan frágil, incluso en esos momentos sus cimientos siguieron siendo de roca pura, porque el Señor de su vida seguía siendo el mismo a quien le confió su existencia, sus desvelos, sus días y sus noches, en sus años de mocedad. Y la casa de su vida siguió asentada sobre la roca hasta el final.

Yo no viví nunca con el H. Julián, pero coincidí muchas veces con él, sobre todo al final de su vida. Cuántas veces le vi, acompañado por los Hermanos, que le llevaban de paseo en su silla de ruedas. No sé si me conocía, pero siempre me encontraba con su sonrisa y su gesto de sereno agradecimiento, aunque fuera sin palabras, acogiendo en silencio la muestra de amabilidad, el saludo o el rasgo de solicitud hacia él. Su agradecimiento, su acogida del Hermano, aun en medio de su situación de semiconsciencia, era una especie de mantenimiento de lo que había sido toda su vida. Porque son muchos los Hermanos que me han hablado del H. Julián con admiración y con mucho cariño. Entre ellos, el H. Antolínez, que ayer me enviaba unas notas para la homilía, ya que él no podía estar hoy aquí. Y no me refiero al momento actual, cuando parece que la muerte nos hace despertar en todos el recuerdo de lo mejor de la vida de quien se va. Concretamente, me han destacado su grandeza de espíritu, su generosidad natural, su bondad, su simpatía y capacidad de acoger.  Asumió responsabilidades fuertes, que le hicieron estar en la primera línea de la toma de decisiones, pero siempre mantuvo un talante pacífico, tolerante, acogiendo a las personas y la realidad como venía, sin alterarse, destacando más por la amplitud y la benevolencia que por el rigor. Sonreía siempre y parecía tener una capacidad nada habitual para afrontar los problemas sin convertirlos en conflicto o en causa de confrontación. Hoy, en el día de Santa Teresa, nos resuenan las palabras inolvidables de la santa de Ávila, encarnadas en nuestro H. Julián: nada te turbe, nada te espante… Sólo Dios basta. Y ha sido una gracia haber conocido y vivido con alguien que manifestó esto hasta el final de sus días.

El H. Julián nació en Cervera, población que goza de la característica de ser convergencia entre las tierras de Castilla y de Cantabria. Nació en el hogar de Julián y Ángeles. Junto a su hermana Rosita y su hermano Ángel, formarán una familia de acendrada fe cristiana y laboriosidad ejemplar. Con 12 años ingresa en Bujedo, donde transcurrirán su adolescencia y juventud.

Con sus estudios finalizados la obediencia le sitúa, como Hermano joven, en el Colegio Nuestra Señora de Lourdes, en Valladolid. Una comunidad numerosa y un internado donde inicia sus labores en la clase y en el acompañamiento de sus alumnos. Permanecerá allí sólo 2 años, pero volverá a estar de nuevo, de 1975 a 1978, como director.

El 21 de agosto de 1947 es trasladado al Colegio de Santander, recién inaugurado, y que vive sus primeros años de existencia en su nueva ubicación. Será la estancia más larga y fructífera de nuestro Hermano, 21 años vividos en diversos periodos, realizando las tareas de profesor, Prefecto, Subdirector y Director. Su siguiente destino será Santiago de Compostela, donde ejerce la tarea de prefecto durante 6 años. En Palencia también estará en dos momentos diferentes, en los que asume las funciones de profesor, secretario y más tarde Director.

De 1970 a 1975 es designado Visitador Auxiliar del Distrito, responsable de la animación pedagógica de los centros. Son años de intensa actividad, con la introducción del nuevo sistema educativo, enseñanza personalizada, métodos activos y fichas. Multitud de cursos para preparar al profesorado, múltiples viajes pedagógicos, especialmente cuidados, para que los equipos directivos que van tomando carta de naturaleza en cada centro conozcan nuevas metodologías e incorporen nuevas experiencias de renovación. Sin duda, un momento singular donde sólo nos cabe el reconocimiento y gratitud a su denodado esfuerzo.

La Salle -Hispano en Valladolid, entre 1990 – 92, es otro hito educativo en su labor de enseñante y profesor. En 1999 se cierra su ciclo de vida activa colegial como Secretario del Colegio La Salle de Palencia. Acepta con serena lucidez su jubilación y con ella el traslado a la Residencia de Arcas Reales, en Valladolid. Y aquí vivirá los 20 últimos años de su vida.

Siempre con una sonrisa, una mano tendida y un deseo de hacer felices a los que con él viven. Nunca tuvo una queja de su situación, viviendo con ejemplar resignación el deterioro y las limitaciones de sus últimos años, hasta llegar a los 92 años.
Tengo la suerte de vivir con un poeta, Juan García Callejas. En su último libro, “Veinte gramos de luz”, dice:

Para cuando todo acaba, o tantas cosas nos hieren, una luz nos llega, a pesar de la desolación que nos devasta. Confiar es la puerta de salida o de entrada, la frágil consistencia de un amor extraño que solo puede hallarse dentro de la nube oscura, en el fragor de la batalla, en el dolor de las heridas.
Yo no lo sabría decir de modo tan bello, y eso que las palabras son duras: habla de desolación que devasta, de nube oscura, de fragor de batalla y dolor de heridas. Y sin duda, los últimos años de la vida del H. Julián, su larga enfermedad, ha tenido mucho de esto: desolación, oscuridad, batalla, dolor… Pero también en el poema se refiere a la luz, a la confianza, como la gran puerta a cruzar, y a la frágil consistencia del amor. Luz, confianza, amor… Son palabras que no pesan, frágiles, pero que le han permitido llegar al H. Julián, tal y como decía San Pablo a Timoteo, a pelear bien la batalla, a acabar la carrera guardando la fe y a alcanzar la corona prometida, porque el Señor es bueno y es justo. A él le confiamos a nuestro querido H. Julián y nos confiamos a nosotros mismos. Santa Teresa decía en otro verso inolvidable: “Que tan alta vida espero…”. El H. Julián ya no tiene que esperar. Alegrémonos con él.