Dos tristes acontecimientos han tenido lugar en el último mes, el fallecimiento de dos Hermanos muy ligados al Colegio de Santander, Luis Rebolledo y Julián Tejedor. Todos los que les conocimos lamentamos tan triste noticia.
Desde las páginas de este blog lasaliano queremos dedicar un cariñoso recuerdo a ambos Hermanos, sabiendo que ya se encuentran junto al Señor, al que dedicaron sus vidas por medio de la enseñanza. Descansen sus almas en paz.
Hno. Luis Rebolledo. (3
de diciembre de 1952 – 3 de octubre 2019)
Natural de Los Corrales
de Buelna, el Hno. Luis desarrolló
su misión educativa durante muchos años en los colegios La Salle de Santiago y
Ferrol, en Galicia. A Santander llegó en 2014 y se integró en el equipo de
orientación del centro.
Sin embargo, su verdadera vocación era ayudar
a los más necesitados y colaborar con PROYDE.
Siempre que su salud se lo permitió, participó en los proyectos misioneros de
verano. Guatemala, Burkina Faso,
Madagascar o la India fueron algunos de los países en los que colaboró
acompañando a jóvenes y profesores de La Salle cada año.
Durante los últimos
meses, ya de baja, siguió colaborando con la tienda de comercio justo y con las
acciones que PROYDE realizaba en el
centro.
Persona humilde y
callada, tuvo la virtud de cuidar a las personas que lo rodeaban y estar
pendiente de los pequeños detalles, lo que le granjeó el afecto y el cariño de
todos los compañeros que trabajaron con él.
El Hno. Luis ha
estado comprometido con PROYDE desde
hace años. En Galicia y últimamente siendo el Delegado de PROYDE en Cantabria. Su dedicación, de cuerpo y alma, a
que PROYDE llevara a cabo su Misión
con eficacia e independencia, siempre ha sido un estímulo para quienes nos
sentimos parte de la Asociación.
Su compromiso creativo en
el Comercio Justo siempre nos ha
estimulado. Este mismo comienzo de curso, ya con problemas de salud, fue el
primero en hacer el pedido para tener bien surtida la tienda del Colegio La Salle de Santander y de Corrales de Buelna.
Las estadísticas de ventas del Departamento de Comercio Justo, nos dicen que el Colegio La Salle de Santander es el
segundo en ventas en 2018. Era el fruto de su entusiasmo y su compromiso y
del montón de colaboradores y colaboradoras del que supo rodearse.
HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. LUIS
REBOLLEDO
Bujedo 4 de octubre de 2019
Un saludo a vosotros, apreciados celebrantes:
Antonio y Sabino, salesianos y capellanes de la comunidad de Santander, y José
Luis, buen amigo de Arcas Reales que nos acompañas siempre.
Un saludo a vosotros, familiares del H. Luis: sus
hermanos Pedro, Antonio, Javier y Mari Carmen, sus cuñadas, y todos los
sobrinos y sobrinas aquí presentes. Hace poco tiempo fallecía vuestro hermano
Fernando, y hoy de nuevo sentís la pérdida de otro hermano, de nuestro querido
Luis. Nos sentimos unidos a vosotros por lazos de dolor y de esperanza común y
nos acompañamos mutuamente en esta situación.
Y un saludo muy especial también para vosotros,
Hermanos y lasalianos de su comunidad y del Centro de Santander, que cuidasteis
y acompañasteis al H. Luis en los días de su enfermedad, hasta que la situación
hizo que fuera trasladado a Arcas Reales, donde podría ser mejor atendido.
Lazos de fraternidad, de preocupación y de solicitud se han tejido en estos
últimos días de la vida del H. Luis entre su familia, su comunidad, los compañeros
de Santander, los Hermanos de Arcas… A todos vosotros, el H. Luis os mostraba
su gratitud, y como la voz ya no era muy fuerte y se cansaba, a veces lo hacía
por sencillos mensajes de whatsapp. Expresaba así su reconocimiento. Como sin
duda le gustaría poder expresarlo ahora, ante la presencia de tantos como
estamos aquí. Porque Luis siempre fue un hombre agradecido, sencillo y cercano,
que saboreaba la vida. Y hoy su vida continúa, por supuesto, aunque de otro
modo.
Hoy es el día de San Francisco de Asís, y es una
buena coincidencia, porque el santo de Asís y nuestro H. Luis tenían muchos
rasgos en común: la sencillez, la búsqueda constante del querer de Dios, la
vida en pobreza y el amor a los pobres, la opción por la fraternidad… Incluso
un gusto especial por lo natural y por la autenticidad, sin adornos ni
añadidos.
Este estilo de vida es lo que me llevó a pensar
en las dos lecturas que sé que para Luis eran sido muy significativas. En la
carta a los Gálatas, San Pablo se atreve a decir la famosa expresión “Ya no soy
yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. No sé si el H. Luis se habría
atrevido a hacer suya esta expresión; de hecho, ¿quiénes nos atreveríamos a
hacerla? Pero sí me atrevo a afirmar que esa fue la pretensión del H. Luis. Y más
que una pretensión, fue una realidad el hecho de que, como San Pablo, Luis hizo
de su debilidad su fortaleza, por gracia de Dios y por empeño y trabajo
personal, pues la operación de sus cuerdas vocales y todos los problemas que le
ocasionó, al impedirle impartir clase a grupos numerosos, le hizo centrarse en
grupos más reducidos, de niños con más dificultades. Y en esta tarea, en su
entrega a los más pequeños y a los que más le necesitaban, Luis encontró un
modo de canalizar la llamada a la misión, que en su caso es tanto como decir,
la llamada al amor. No había más que oírle hablar, con tanta paciencia y
ternura, de sus alumnos.
Y el evangelio que hemos escuchado es, sin
adornos, el programa de vida del H. Luis, que quiso hacer del pobre, del
enfermo, del preso, del desnudo… el destinatario de sus desvelos, tanto en el
aula, como ya he dicho, como en el servicio cotidiano del Colegio, empleándose
con esmero en organizar hasta el mínimo detalle, con mimo de artesano, todo lo
relacionado con el Comercio Justo; o, por supuesto, en los numerosos veranos en
los que dedicó su tiempo y esfuerzo a los distintos proyectos de voluntariado
de PROYDE, en distintos continentes, y con tantos voluntarios que descubrían en
él un modo de ser y de actuar que contagiaba solidaridad, fe y compromiso.
Sus compañeros de PROYDE y del Comercio Justo,
con los que ha mantenido tanta relación, han ido enviando mensajes y los han
subido a la red, que expresan y a la vez canalizan la tristeza por su muerte y
el cariño y admiración por su persona: asiduo acompañante, hombre sensible,
detallista, trabajador, atento… De auténtico testimonio de vida… Sería
demasiado largo hacernos eco del caudal de tantas comunicaciones.
El H. Luis Nació en los Corrales de Buelna, el 3
de diciembre de 1952, en el hogar de Pedro y Clara y allí comenzó su
preparación para la vida comunitaria, pues eran 6 hermanos, una numerosa
comunidad familiar. Inició muy joven su formación como aspirante en Bujedo, en
1965, pasando después al postulantado de Valladolid, el Noviciado en Bujedo y
el Escolasticado en Salamanca.
Sabe Quién le llama, y es consciente de que no
debe escatimar los esfuerzos. Por eso acoge con gusto lo que se le propone: la
experiencia comunitaria en La Felguera, como una especie de postulantado en el
que inicia los estudios de magisterio; el año de noviciado en Griñón y la
primera profesión, la continuidad de los estudios de magisterio en Valladolid,
donde termina la modalidad de educación especial, sin saber aún que ese iba a
ser, y de qué forma tan intensa, su campo concreto de misión en la escuela; su
estancia posterior en Galicia, en las comunidades de La Salle de Santiago,
después Ferrol y, finalmente, la comunidad pastoral de Santiago. Y de Galicia,
su traslado a su tierra, Cantabria, concretamente a Santander, donde estará
hasta el final de su vida.
Con mucho recato cito unas palabras del escritor
y sacerdote Pablo d’Ors, que ofrece una bella reflexión sobre la enfermedad y
la muerte. Venzo al hacerlo cierto pudor, porque estas palabras pueden resultar
peligrosas; pero creo que en el caso del H. Luis tienen adquieren todo su
sentido. Dice Pablo d’Ors: “Os invito a pensar en lo que san Juan de la
Cruz dice en cada línea de sus poemas: que quien puede sufrir, puede mucho
todavía; que no es cierto que sufrir no tenga sentido; que no es cierto que con
el sufrimiento no se pueda hacer nada. Se puede lo más: entregarlo a Dios. Con
el sufrimiento se puede nada menos que redimir el mundo” (Pablo d’Ors).
No habla el autor ni de la búsqueda
del sufrimiento ni de una simple justificación del dolor… sino de una sana y
santa integración del sufrimiento en la vida y de un sentido profundo, que sólo
se puede captar con los ojos de la fe. Y creo que, en este difícil arte, Luis
fue un maestro. Porque su primer cáncer redujo y condicionó su modo de vivir la
misión, incluso su modo de hablar; pero no le venció; y el segundo cáncer le
dejó sin fuerzas, agotado… Pero Luis siguió de pie, en el camino… Y este
desenlace final lo tuvo siempre con ánimo preparado para volver al surco, en
cuanto fuera posible… Y su mensaje fue siempre de esperanza, de aceptación,
incluso de adoración.
Volvemos los ojos a Dios en esta tarde para
decirle que se nos ha llevado demasiado pronto al H. Luis. Que querríamos que
su presencia con nosotros hubiera durado mucho más. Pero Dios sabe. Hace muy
poco, también con mucho dolor, también con la impresión de que era demasiado
pronto, le decíamos adiós al H. Javier, a nuestro querido Busta, también
originario de los Corrales. Ahora se encuentran los dos paisanos de nuevo y
desde allí seguramente nos mirarán sonriendo. Seguirán presentes en nuestra
vida, en nuestra misión, en nuestras comunidades. Y en el Sindicato, del que
tanto disfrutaron ambos y en el que tanto compartieron… Desde allí son ellos
quienes nos alientan y nos invitan a continuar imaginando un futuro en el que
la educación cristiana y el servicio educativo a los pobres, a los más
necesitados, siga siendo una realidad. Que así sea.
Hno. Julián
Tejedor (3 febrero 1927 - 14 octubre 2019)
Julián Tejedor, natural de Cervera de Pisuerga (Palencia). El Hno. Julián ha sido uno de los hermanos
que más tiempo ha trabajado en nuestro colegio. Su primera época fue entre 1947
y 1958. En la década de los 60 ejerció de subdirector del centro entre 1966 y
1970. Hace pocas semanas se podía ver en las redes sociales del centro una foto
suya de estos años. A finales de los años 70 regresa de nuevo a Santander como
director, cargo que desempeña entre 1978 y 1984. Desde 1999 formaba parte de la
comunidad de la residencia de Arcas Reales, Valladolid.
El Hno. Julián estudió Filosofía y Letras en la Universidad de
Santiago de Compostela, y también desempeñó su misión educativa en los dos
colegios La Salle de Valladolid y Palencia. Además, fue visitador auxiliar del
Distrito Valladolid. Muchos recordarán su etapa como director en la que el
colegio se hizo mixto, hizo frente a la LODE o nació la revista Noray.
Siempre lo tendremos
presente y nos sentiremos felices de haber compartido parte de su vida. Su alma
ahora descansa en paz.
Colegio de Santander donde
permaneció en los tres períodos 1947–1958
1966–1970 1978-1984
En su etapa como Director
del Colegio en Santander (1978-1984), la revista NORAY le entrevistaba como
persona VIP. Reproducimos en su integridad el contenido de la misma, como
documento de homenaje a su gran persona, de su bondad y cercanía a los alumnos.
HOMILÍA DEL FUNERAL DEL H. JULIÁN
TEJEDOR
Bujedo 15 de octubre de 2019
Un
saludo a vosotros, apreciados celebrantes: Richi y José Luis, buenos amigos de
siempre.
Un
saludo a vosotros, familiares del H. Julián: sus sobrinos Rafa, María Jesús y
Ana, que habéis estado tan cercanos al H. Julián.
Y
un saludo también para todos los Hermanos y lasalianos presentes en la
celebración, muy especial para los Hermanos de Arcas Reales, que habéis vivido,
algunos durante muchos años, el último período de la vida del H. Julián: habéis
compartido la cotidianidad con él, habéis disfrutado y sufrido los avatares de
la vida, os habéis acompañado en la oración día a día y le habéis visto decaer
progresivamente en sus fuerzas: en su movilidad, su conocimiento… pero le
habéis visto mantener constantemente la sonrisa, como la muestra de que su
alegría venía de algo más profundo, que la enfermedad no podía doblegar.
El
evangelio que he escogido para esta eucaristía es el de las dos casas,
cimentadas en materiales muy distintos: la arena y la roca. A pesar de que el
evangelio es tan conocido y nos parece lógico que la roca sea lo que todos
preferiríamos para fundamentar nuestra existencia, en realidad vivimos en una
cultura que ensalza mucho más la arena. Hoy nos movemos en un contexto donde
todo se prefiere fluido, maleable, poroso. Nuestro mundo opta por el cambio, la
transformación, la movilidad, lo desechable. Nada es para siempre, ni siquiera
las casas. Por eso, la parábola de Jesús, tan lógica, es hoy especialmente
necesaria. Una vida de fidelidad, de seguimiento a un único Señor, durante toda
la existencia, desde luego que sólo se puede mantener si está asentada sobre
una sólida roca, que es el Señor mismo al que se quiere seguir. Así lo vivió el
H. Julián. Incluso al final de sus días, cuando ya dependía totalmente del amor
y de la entrega de sus hermanos y de quienes le cuidaban, cuando su vida era
tan frágil, incluso en esos momentos sus cimientos siguieron siendo de roca
pura, porque el Señor de su vida seguía siendo el mismo a quien le confió su
existencia, sus desvelos, sus días y sus noches, en sus años de mocedad. Y la
casa de su vida siguió asentada sobre la roca hasta el final.
Yo
no viví nunca con el H. Julián, pero coincidí muchas veces con él, sobre todo
al final de su vida. Cuántas veces le vi, acompañado por los Hermanos, que le
llevaban de paseo en su silla de ruedas. No sé si me conocía, pero siempre me
encontraba con su sonrisa y su gesto de sereno agradecimiento, aunque fuera sin
palabras, acogiendo en silencio la muestra de amabilidad, el saludo o el rasgo
de solicitud hacia él. Su agradecimiento, su acogida del Hermano, aun en medio
de su situación de semiconsciencia, era una especie de mantenimiento de lo que
había sido toda su vida. Porque son muchos los Hermanos que me han hablado del
H. Julián con admiración y con mucho cariño. Entre ellos, el H. Antolínez, que
ayer me enviaba unas notas para la homilía, ya que él no podía estar hoy aquí.
Y no me refiero al momento actual, cuando parece que la muerte nos hace
despertar en todos el recuerdo de lo mejor de la vida de quien se va.
Concretamente, me han destacado su grandeza de espíritu, su generosidad
natural, su bondad, su simpatía y capacidad de acoger. Asumió responsabilidades fuertes, que le
hicieron estar en la primera línea de la toma de decisiones, pero siempre
mantuvo un talante pacífico, tolerante, acogiendo a las personas y la realidad
como venía, sin alterarse, destacando más por la amplitud y la benevolencia que
por el rigor. Sonreía siempre y parecía tener una capacidad nada habitual para
afrontar los problemas sin convertirlos en conflicto o en causa de
confrontación. Hoy, en el día de Santa Teresa, nos resuenan las palabras
inolvidables de la santa de Ávila, encarnadas en nuestro H. Julián: nada te
turbe, nada te espante… Sólo Dios basta. Y ha sido una gracia haber
conocido y vivido con alguien que manifestó esto hasta el final de sus días.
El
H. Julián nació en Cervera, población que goza de la característica de ser
convergencia entre las tierras de Castilla y de Cantabria. Nació en el hogar de
Julián y Ángeles. Junto a su hermana Rosita y su hermano Ángel, formarán una
familia de acendrada fe cristiana y laboriosidad ejemplar. Con 12 años ingresa en Bujedo, donde
transcurrirán su adolescencia y juventud.
Con
sus estudios finalizados la obediencia le sitúa, como Hermano joven, en el
Colegio Nuestra Señora de Lourdes, en Valladolid. Una comunidad numerosa y un
internado donde inicia sus labores en la clase y en el acompañamiento de sus
alumnos. Permanecerá allí sólo 2 años, pero volverá a estar de nuevo, de 1975 a
1978, como director.
El
21 de agosto de 1947 es trasladado al Colegio de Santander, recién inaugurado,
y que vive sus primeros años de existencia en su nueva ubicación. Será la
estancia más larga y fructífera de nuestro Hermano, 21 años vividos en diversos
periodos, realizando las tareas de profesor, Prefecto, Subdirector y Director.
Su siguiente destino será Santiago de Compostela, donde ejerce la tarea de
prefecto durante 6 años. En Palencia también estará en dos momentos diferentes,
en los que asume las funciones de profesor, secretario y más tarde Director.
De
1970 a 1975 es designado Visitador Auxiliar del Distrito, responsable de la
animación pedagógica de los centros. Son años de intensa actividad, con la
introducción del nuevo sistema educativo, enseñanza personalizada, métodos
activos y fichas. Multitud de cursos para preparar al profesorado, múltiples
viajes pedagógicos, especialmente cuidados, para que los equipos directivos que
van tomando carta de naturaleza en cada centro conozcan nuevas metodologías e
incorporen nuevas experiencias de renovación. Sin duda, un momento singular
donde sólo nos cabe el reconocimiento y gratitud a su denodado esfuerzo.
La
Salle -Hispano en Valladolid, entre 1990 – 92, es otro hito educativo en su
labor de enseñante y profesor. En 1999 se cierra su ciclo de vida activa
colegial como Secretario del Colegio La Salle de Palencia. Acepta con serena
lucidez su jubilación y con ella el traslado a la Residencia de Arcas Reales,
en Valladolid. Y aquí vivirá los 20 últimos años de su vida.
Siempre
con una sonrisa, una mano tendida y un deseo de hacer felices a los que con él
viven. Nunca tuvo una queja de su situación, viviendo con ejemplar resignación
el deterioro y las limitaciones de sus últimos años, hasta llegar a los 92
años.
Tengo
la suerte de vivir con un poeta, Juan García Callejas. En su último libro,
“Veinte gramos de luz”, dice:
Para cuando todo acaba, o tantas cosas nos
hieren, una luz nos llega, a pesar de la desolación que nos devasta. Confiar es
la puerta de salida o de entrada, la frágil consistencia de un amor extraño que
solo puede hallarse dentro de la nube oscura, en el fragor de la batalla, en el
dolor de las heridas.
Yo
no lo sabría decir de modo tan bello, y eso que las palabras son duras: habla
de desolación que devasta, de nube oscura, de fragor de batalla y dolor de
heridas. Y sin duda, los últimos años de la vida del H. Julián, su larga
enfermedad, ha tenido mucho de esto: desolación, oscuridad, batalla, dolor…
Pero también en el poema se refiere a la luz, a la confianza, como la gran
puerta a cruzar, y a la frágil consistencia del amor. Luz, confianza, amor… Son
palabras que no pesan, frágiles, pero que le han permitido llegar al H. Julián,
tal y como decía San Pablo a Timoteo, a pelear bien la
batalla, a acabar la carrera guardando la fe y a alcanzar la corona prometida,
porque el Señor es bueno y es justo. A él le confiamos a nuestro querido H.
Julián y nos confiamos a nosotros mismos. Santa Teresa decía en otro verso
inolvidable: “Que tan alta vida espero…”. El H. Julián ya no tiene que esperar.
Alegrémonos con él.