Hace ya años, el H. Claudio Gabriel, a
quien hemos de citar agradecidos al redactar estas líneas, dejó escrito
para la posteridad:" Es Cóbreces uno de los pueblos más bonitos de
la costa montañesa, no lejos de Comillas. Si el clima es suave, por las
influencias marinas, hasta darse la naranja, los habitantes son recios y
cristianos"(La Obra Lasaliana en España, pág. 207)
Si atendemos a los datos reseñados por el Instituto Nacional de Estadística, el año 2013 Cóbreces contaba con una población de 578 habitantes. Por la localidad pasa también hoy el Camino de Santiago de la Costa. En las cercanías está la bella playa de Luaña de finas arenas. Merecida fama mantiene hasta hoy día el queso elaborado con leche de vaca por los monjes de la abadía cisterciense de Santa María de Viaceli, levantada en 1909.
En la Edad Media, Cóbreces formó parte del señorío de las Nueve Villas de Asturias de Santillana. A finales del siglo XVI se convirtió en Villa de Realengo, pasando a pertenecer a la nueva provincia de Cantabria en 1778. No lejos de aquí, en 1879, en las inmediaciones de Santillana del Mar, don Marcelino Sanz de Sautuola encontró, fortuitamente, las milenarias y valiosas pinturas rupestres de la prehistórica cueva de Altamira.
Cóbreces pudo haber sido la primera población en contar con una Escuela abierta por los Hermanos en la región y aun en toda España. Ya en 1871 el obispo santanderino don Vicente Calvo y Valero
había entrado en contacto con don Federico de la Pedrosa para que fueran los Hermanos quienes se hicieran cargo de la dirección de una escuela para niños; de años atrás databa la apertura de la escuela para niñas. El propio obispo santanderino se acercó a París para visitar al H. Irlide, Superior General por entonces, solicitándole Hermanos para los establecimientos escolares que pretendía abrir próximamente en su diócesis. Al año siguiente, en 1872, llegaban los Hermanos Temperio y Lactance a Cóbreces para hacerse cargo de la situación, aprovechando la ocasión para hacerse presentes asimismo en Isla y Santander ciudad. La petición del celoso obispo no había quedado en el olvido.
Los trabajos de puesta a punto de la escuela estaban ya concluidos en enero de 1882. El H. Carlos Cantalapiedra, en un documentado estudio realizado recientemente sobre la ingente labor realizada por los Hermanos en Cantabria, señala que "el 19 de dicho mes llegaban a Cóbreces los primeros religiosos lasalianos, los Hermanos Joldinien, Odilón, Ibondiamus y Julián de Jesús. Durante unos días hubieron de hospedarse - añade - en la casa de don Federico, hasta que el 1 de febrero pudieron ya trasladarse al Colegio". Las clases se iniciaron el día 6, con tan solo cinco niños internos o alumnos "de pago"...y no menos de 30 niños en la escuela gratuita para los niños del pueblo.
El H. Irlide, Superior General se refería - febrero de 1878 - a los primeros intentos por fundar en Cóbreces una escuela por parte del señor obispo de Santander. El 24 de abril del mismo año añadía que "para el establecimiento de Cóbreces todo irá bien con la llegada de los Hermanos. Los fundadores quieren construir enseguida, pero creo que deben esperar a los Hermanos para que estos escojan el sitio a su gusto."
Con posterioridad, en una carta del H. Temperio, que también participó en la apertura del Colegio de Isla, se comunicaba al H. Superior, desde Santander: "fui a Cóbreces acompañado por el eminente (sic) obispo Vicente Calvo y Valero. Los dignos y buenos don Federico de la Pedraza y don Juan Cabezas, dueños de las riquezas con las que se piensa levantar nuestro establecimiento, han gastado ya mucho en la casa de las Hermanas y tienen el proyecto de levantar, además, una iglesia. A mis ruegos, se me ha enseñado la casa que se destina a los Hermanos. Con el señor obispo he ido a ver el terreno nuevo y he señalado el que más a propósito me parece para lo que se intenta... Existen elementos para la apertura de un buen establecimiento... El señor obispo, cuya influencia es preponderante, lo desea… Se pondrá las manos en ello cuando Vuestra Reverencia me devuelva autorizados los planos que le envío" (3 de septiembre).
No hubo contestación inmediata, por lo que el H. Temperio, ahora desde Béziers, le volvía a escribir animándole a fundar en Cóbreces antes que en Isla. Era el 26 de enero. Y añadía respetuosamente: "¿Es que no le gustaron al H. Irlide los planos de Cóbreces?". El 24 de marzo, y desde Montpellier, le reenviaba unos planos nuevos de la construcción y con ellos la siguiente observación: "El señor obispo cree que ya están los materiales". Aún habrían de pasar dos años y medio para que el H. Justino, Provincial entonces del Instituto en España, escribiera al H. Superior (13 de octubre de 1881): "Los trabajos de Cóbreces tocan a su fin. El establecimiento será necesariamente y a un tiempo, un internado para los niños de pago, y un externado para los niños pobres del pueblo".
Don Pedro José Villegas era natural de Cóbreces. Nacido en 1797 de familia humilde, quedó huérfano de padre en 1809, y de madre en 1844. Tuvo tres hermanas. Fue durante algún tiempo soldado, y en Jerez hizo una abultada fortuna en el negocio de vinos. En su testamento dejó a su pueblo natal más de 20 millones de reales. El H. Carlos Cantalapiedra refiere en el ya citado artículo de la Revista "Distrito" que "los albaceas testamentarios fueron el arzobispo de Valencia don Sebastián Herrero, don Juan Cabeza del Río y el presbítero don Federico de la Pedraza, ejecutor material de dicho testamento. Este había nacido en 1832 en el mismo Cóbreces, y falleció a los 78 años de edad en 1910. Dedicó parte de su vida a cumplir el testamento y encargo que le hiciera don Pedro José Villegas en el lecho de muerte. Hubo de hacer frente a los pleitos enojosos que los herederos en cuarto grado del benefactor señor Villegas le levantaron, pues reclamaban para sí la herencia".
Don Federico procedió siempre con entera honradez, discreción y tacto, atendiendo respetuosamente a lo dispuesto de palabra antes de morir por el fundador. En primer lugar procedió a la fundación del Colegio de niñas, a cargo de las Hermanas de la Caridad. Para los niños, pronto se dieron los pasos pertinentes para que fueran los Hermanos quienes se hicieran cargo del correspondiente centro escolar.
Días antes de la inauguración del Colegio, figuraba el nombramiento del H. Lucidas como Director, aunque quizá nunca llegó a tomar posesión del cargo, pues el 30 de mayo de 1882 firmaba como Director el H. Joldinien que dejó consignado lo siguiente, escuetamente y con ánimo esperanzado: "Hay seis internos y esperamos más. Hermanos y niños estamos muy contentos. El Sagrado Corazón bendice este Centro que nace".
En sus inicios, el internado tuvo 36 alumnos, pero llegarían a superar los 80 con el paso del tiempo. Las cuotas las percibía directamente el administrador don Federico, y no eran elevadas en su cuantía. Los muchachos provenían sobre todo de Cantabria y Asturias, pero se recibieron alumnos de Burgos, Palencia, Madrid, Vascongadas y Andalucía. Provenían de familias de la mediana burguesía: comerciantes e industriales, consignatarios, propietarios... La mayor parte, sin otros estudios posteriores ni títulos oficiales lograrían puestos importantes en la banca, el comercio y la industria. Los planes de estudio del Colegio les preparaba especialmente para el ejercicio del comercio en ultramar: Filipinas, Cuba, México.
Fue el Colegio de Cóbreces un centro escolar innovador, pensado con realismo para un alumnado que se sabía "emigrante en potencia", a los que había que preparar para iniciar una aventura de emprendedores en el Nuevo Mundo, una vez cruzado "el Charco".
Su programa llama la atención poderosamente, si atendemos al prospecto con que se publicitaba ya a finales del siglo XIX. A las disciplinas obligadas en los otros centros escolares se añadía un largo abanico: inglés y francés, cálculo mercantil y teneduría de libros, agrimensura y topografía, cartografía, etc. Para el inglés se solicitó la colaboración de Hermanos extranjeros: Optatien (canadiense) y Philibert (irlandés)… Incluso no faltaron desde un principio Hermanos que pasaron un tiempo en Irlanda perfeccionando el dominio de la lengua inglesa.
Pronto el Colegio internado sería insuficiente para albergar al alumnado que acudía a cursar aquí estudios. Hubo de habilitarse - dicen las crónicas de la Casa - todo el posible espacio disponible, incluso los desvanes del edificio. En 1911 se levantó un nuevo piso.
La escuela gratuita contó en su día con dos aulas, destinadas a la educación de los niños del pueblo y sus alrededores. Su número fue en aumento a lo largo de los años. Ya en sus comienzos asistían una treintena larga de escolares. Pronto se percataron los padres de la positiva labor realizada por los Hermanos en favor de sus hijos y los frutos conseguidos.
El 8 de septiembre de 1891 era colocada la primera piedra de la iglesia de San Pedro. Presidió la solmene bendición don José María de Cos, arzobispo de Santiago de Cuba. Terminada la construcción en 1894, se reconvirtió en templo parroquial en ceremonia oficiado por el obispo Calvo y Valero el 18 de abril de 1897. El templo es de estilo neogótico y se alzó a un costado del Colegio de Los Hermanos.
Relata el H. Carlos Cantalapiedra en el artículo ya citado cómo los Hermanos tuvieron el privilegio de utilización de un pasadizo elevado que comunicaba el Colegio con el cercano coro del templo. Don Federico de la Pedraza dejó establecido que los Hermanos pudieran celebrar en la iglesia las fiestas de su devoción. Igualmente reservaba el coro alto para los niños del Colegio y el centro del crucero para los niños de la escuela del pueblo. El Colegio quedaba unido a la iglesia en el primer piso por un pasadizo o puente.
Entre las efemérides notables acaecidas en el Colegio de Cóbreces está la visita del arriba citado cardenal Cos, que presidió en 1889 los actos solemnes de entrega de premios de final de curso, antes de salir para tomar posesión de la sede arzobispal de Santiago de Cuba.
El 12 de agosto de 1891 visitaba el
Colegio el Superior General Hermano José, acompañado de los
Asistentes Luis de Poissy y Junien Victor. Como no podía ser menos,
también se personó en estos actos el Hermano Justino María. En esos días,
todos los Hermanos del norte de España realizaban entonces sus Ejercicios
Anuales. "Hubo una comida en su honor
e invitados especiales , como el arzobispo José María de Cos, don
Federico, el marqués de Herrera, hijo de los fundadores del Colegio de
Los Corrales de Buelna, y el conde de Torreanaz, fundador a su vez de la Casa
de Anaz" (Crónica de la Casa de Cóbreces).
Era El Colegio de Cóbreces un Centro educativo señero a comienzos del siglo XX. En ocasiones hizo también de Casa de Retiros, y a un recinto de traductores y compositores de manuales escolares. Aquí se tradujo, por ejemplo, la valiosa obra educativa "Las doce virtudes del buen maestro", cuyo autor fue el H. Agathon, Superior General en los años de la Revolución Francesa.
En 1893, el Colegio de Cóbreces se hizo presente en la Exposición Universal de Chicago con trabajos realizados por los escolares: Dibujo, Agrimensura, Nivelación, Teneduría de Libros..., premios obtenidos con diplomas y medallas de reconocimiento.
El H. Voel fue el tercer director. "Era un excelente arboricultor. Dejó un recuerdo imperecedero por su distinción y buen trato", así lo caracterizó el H. Claudio Gabriel en la obra ya citada. Y añadía, en referencia a otro de los directores de los primeros años, el H. Hilario José: "se ganó el afecto de alumnos y familias". Y a continuación transcribe el siguiente testimonio de uno de esos agradecidos padres: "cuando le entregábamos a nuestros hijos, los dejábamos con tal confianza como si lo hiciéramos a nuestros familiares". Honda huella dejó en Cóbreces el H. Filiberto, maestro excepcional, de quien se decía que lo mismo se le veía haciendo una nivelación de terrenos que impartiendo clases de geografía e historia o de cálculo mercantil.
Cuando se quemó el Colegio era director el H.Pablo, galardonado por el Gobierno de Francia con la Cruz de la Legión de Honor, que nunca ostentó, por sus servicios en Africa.
Escribió en su día el H.Saturnino Gallego: "En su momento más floreciente, el Colegio de Cóbreces recibió el golpe fatal más inesperado:un incendio que, en 1915, arrasó todo lo que era el internado y la Comunidad. La gratuita quedó menos damnificada. El golpe fue mortal...Llegó a promoverse una suscripción para reedificar el Colegio, pero sólo se consiguió arreglar la escuela, que seguiría siendo gratuita, con tres Hermanos y dos clases solamente. Era el último esfuerzo. Porque la Fundación no pudo sostener la escuela, y los Hermanos no querían hacerla de pago. Así, faltos de los recursos que en su día aportaba el internado, en 1924 los tres Hermanos se vieron precisados a despedirse, cariacontecidos, de la villa costera, cerrando 40 años de fecunda tarea" ("Sembraron con amor",pp.466-467)
Abandonaban Cóbreces, donde habían dejado una huella indeleble, abriendo a un futuro prometedor a varias generaciones de muchachos educados bajo el carisma de San Juan Bautista de La Salle. Las familias que tanto se habían beneficiado en esas cuatro décadas de la acción educativa de los Hermanos, no escatimaron nunca su agradecimiento, y lamentaron sentidamernte la salida de los Hermanos de Cóbreces. Durante años suspiraron por su regreso algún día a la localidad cántabra. No pudo ser.